jueves, 16 de agosto de 2007
Entre Cune y Martínez Lacuesta
Entre Cune y Martínez Lacuesta: al financiero Juan Abelló le gusta el vino de la competencia
Jueves, 07 de diciembre de 2006
A Juan Abelló le gusta el vino. Con moderación, por supuesto. Aunque hay un problema: aprecia mucho más el vino de la competencia que el suyo propio. Vamos, el de su bodega, se entiende, porque entre otras muchas cosas, el financiero madrileño, como más ricos de postín a partir de cierto umbral de sibaritismo, tiene intereses en el negocio de la uva. El ladrillo, los kilovatios o las finanzas, como se imaginan, sólo valen para hacer dinero de lunes a viernes.
Al parecer, cuando uno tiene inversiones en el negocio vitivinícola no debe disfrutar tanto de un tinto como el resto de los mortales. Se corre el peligro, tal vez por defecto empresarial, de comparar cualquier caldo de categoría con el que produce la bodega donde uno participa. Y como bien se sabe, las comparaciones son odiosas y el riesgo de salir derrotado en el cruce es una posibilidad que no debe descartarse.
Algo similar le ha ocurrido recientemente a Juanito Abelló. A pesar de participar como accionista en una de las bodegas mas señeras de La Rioja, la histórica Compañía Vinícola del Norte de España (Cune), radicada en Haro, la capital mundial del vino, al financiero madrileño le gusta más el vino que elaboran unos vecinos del municipio riojano, la familia Martínez Lacuesta, también con pedigrí a la hora de criar reconocidos reservas y grandes reservas.
Todavía con el buen regusto del tinto que había probado en el transcurso de un almuerzo, el vicepresidente de Sacyr se molestó en telefonear a uno de los Martínez Lacuesta. “Hola, soy Juan Abelló. ¿Me conoces?”, espetó el financiero. Al otro extremo de la línea, la reacción de sorpresa no impidió agradecer los piropos. Nunca una llamada inesperada de personaje tan ilustre resultó tan halagadora.
Cumplida la cortesía y el turno de felicitaciones, el accionista de Cune le pidió, así como hablando entre bodegueros, una opinión crítica sobre su vino: “¿No crees que tu Gran Reserva es mejor que el nuestro?”. Al otro lado del teléfono, todavía ruborizado por los cumplidos, la diplomacia salió al paso: “Distintos, sólo distintos”.
Publicado en: El Confidencial
Jueves, 07 de diciembre de 2006
A Juan Abelló le gusta el vino. Con moderación, por supuesto. Aunque hay un problema: aprecia mucho más el vino de la competencia que el suyo propio. Vamos, el de su bodega, se entiende, porque entre otras muchas cosas, el financiero madrileño, como más ricos de postín a partir de cierto umbral de sibaritismo, tiene intereses en el negocio de la uva. El ladrillo, los kilovatios o las finanzas, como se imaginan, sólo valen para hacer dinero de lunes a viernes.
Al parecer, cuando uno tiene inversiones en el negocio vitivinícola no debe disfrutar tanto de un tinto como el resto de los mortales. Se corre el peligro, tal vez por defecto empresarial, de comparar cualquier caldo de categoría con el que produce la bodega donde uno participa. Y como bien se sabe, las comparaciones son odiosas y el riesgo de salir derrotado en el cruce es una posibilidad que no debe descartarse.
Algo similar le ha ocurrido recientemente a Juanito Abelló. A pesar de participar como accionista en una de las bodegas mas señeras de La Rioja, la histórica Compañía Vinícola del Norte de España (Cune), radicada en Haro, la capital mundial del vino, al financiero madrileño le gusta más el vino que elaboran unos vecinos del municipio riojano, la familia Martínez Lacuesta, también con pedigrí a la hora de criar reconocidos reservas y grandes reservas.
Todavía con el buen regusto del tinto que había probado en el transcurso de un almuerzo, el vicepresidente de Sacyr se molestó en telefonear a uno de los Martínez Lacuesta. “Hola, soy Juan Abelló. ¿Me conoces?”, espetó el financiero. Al otro extremo de la línea, la reacción de sorpresa no impidió agradecer los piropos. Nunca una llamada inesperada de personaje tan ilustre resultó tan halagadora.
Cumplida la cortesía y el turno de felicitaciones, el accionista de Cune le pidió, así como hablando entre bodegueros, una opinión crítica sobre su vino: “¿No crees que tu Gran Reserva es mejor que el nuestro?”. Al otro lado del teléfono, todavía ruborizado por los cumplidos, la diplomacia salió al paso: “Distintos, sólo distintos”.
Publicado en: El Confidencial
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