Cuna de vinos a granel, la comarca manchega ofrece tintos de calidad con la bobal autóctona como protagonista, aunque otras uvas rinden bien en los valles entre los ríos Júcar y Cabriel
Isabel López
Manchuela es una de las siete denominaciones de origen de vinos con que cuenta Castilla-La Mancha. Con 72.000 hectáreas de viñedos, diez mil más que en Rioja, saca al mercado cada año dos millones de hectolitros de vino, lo que supone el 7% del total de la producción española y el 13,5% de la regional. Hasta 1998 prácticamente todo el vino de la zona se comercializaba a granel, pero ese año algunas bodegas comenzaron a embotellar y en estos momentos el 10% de la producción se vende ya en ese envase. En el año 2000 llegó el reconocimiento de la denominación de origen, demandada por un grupo de viticultores y bodegueros convencidos de la capacidad de la tierra y de su propio trabajo para desempolvar y dar lustre al nombre de Manchuela.Enmarcada entre los valles de los ríos Júcar y Cabriel, la comarca vinícola se erige al sudeste de la provincia de Cuenca y al nordeste de la de Albacete. Son setenta términos municipales, entre los que se encuentra el propio campo de Albacete capital, mientras que en Cuenca el epicentro es Motilla de Palancar. Los viñedos crecen en la meseta, a una altura entre 600 y 700 metros sobre el nivel del mar, aunque algunos están situados a mil metros, con un clima continental de contrastes térmicos muy acusados. La escasa humedad, la ausencia casi total de lluvias entre mayo y setiembre y la gran cantidad de horas de sol recibidas durante la maduración de la uva favorecen que el riesgo de enfermedades sea ínfimo. «Es una zona ideal para las variedades tintas porque en este clima el color y los taninos salen solos, tanto que incluso no hay que dejar que tengan demasiado tanino», afirma al referirse al potencial de Manchuela el enólogo de Bodegas y Viñedos Ponce. La familia de Juan Antonio Ponce es propietaria de quince hectáreas de viñedo y explota, arrendadas, otra veintena de cepas viejas; en todas ellas sólo crece bobal, la variedad tinta autóctona de la zona. «Es la uva de toda la vida de aquí, tiene equilibrio entre acidez y ph, y aprendí con Telmo Rodríguez que hay que trabajar las variedades de la zona, porque si llevan tanto tiempo en un lugar será por algo», argumenta Ponce, que durante cinco años trabajó en distintas comarcas vinícolas junto al considerado uno de los mejores enólogos españoles.Sin filtrar ni clarificarEl experto manchego está decidido a trabajar sólo la bobal, aunque le gusten otras variedades como la syrah. «Hemos apostado por la uva de aquí, aún sabiendo que era muy arriesgado por su fama de dar vinos muy duros y ásperos, pero estamos demostrando que cuidando las viñas y trabajando bien en la bodega la bobal produce un vino elegante», explica Ponce. Sus caldos, que ni se clarifican ni se filtran, han tenido una excelente acogida en el mercado, tanto el Clos Joven, como La Casilla y P. F. (por las iniciales de pie franco), este último la joya de la corona, elaborado con viñas viejas de más de setenta años. En 2005 la producción total de los Ponce fue de 17.000 botellas, de las que el 70% viajó fuera de España, sobre todo a Japón y a países europeos como Suiza, Francia o Alemania. Con la última vendimia esperan comercializar 28.000 botellas. «Nuestro objetivo es alcanzar las 70.000 botellas en diez años y quedarnos ahí, porque queremos controlar bien todas las viñas y todo el proceso, y no sé si podríamos hacerlo si creciéramos más», explica Juan Antonio Ponce. Otra de las bodegas pequeñas de La Manchuela es Finca Sandoval, del periodista y cronista de vinos Víctor de la Serna, conocido también por su seudónimo Fernando Point. Conocedor de la zona desde hace 35 años –su suegro tenía allí una explotación agrícola–, siempre creyó que la comarca era capaz de dar vinos de calidad, a pesar de sus graneles, modestos y baratos. «No me gustaba la viticultura que se hacía, pero estaba convencido de que en ese terruño la syrah y otras variedades podían darse bien», explica. Su confianza estribaba en la unión del clima –con esas noches frías de verano–, el suelo arcilloso con base calcárea –que determina bajos rendimientos– y los cuidados técnicos adecuados. Víctor de la Serna tiene sus propios viñedos –10,5 hectáreas– de syrah en el corazón de la Manchuela conquense, aunque los dos vinos que salen de su pequeña bodega –tiene capacidad para producir 70.000 litros– son ‘coupages’, de los que el 60% se exporta sobre todo a Estados Unidos y Suiza. Salia lleva syrah, bobal y garnacha y Finca Sandoval se elabora también con tres variedades, aunque la monastrell sustituye aquí a la garnacha. La vinificación en su bodega sigue muchas de las pautas del Ródano francés, particularmente por la fermentación en depósitos pequeños (la mayoría de 5.000 litros), abiertos y con removido manual frecuente y, al igual que en los vinos de Ponce, los del periodista se embotellan asimismo sin filtrar ni clarificar.A pesar de que la syrah reina en los viñedos de Finca Sandoval, De la Serna también experimenta con una pequeña parcela de la touriga nacional, la gran casta portuguesa, en un pequeño pago que no alcanza la hectárea. «Además de la bobal, trabajamos otras variedades tintas de la zona como la garnacha o la monastrell porque queremos que nuestros vinos reflejen lo que es esta tierra, no queremos unos vinos de corte internacional», explica Víctor de la Serna. En esa búsqueda de vinos particulares, estudia la posibilidad de elaborar caldos también con la garnacha tintorera, una uva propia de Andalucía, que crece en Manchuela.«Nos falta márketing»El trabajo de bodegas como Ponce y Finca Sandoval representa una pequeña parte de esta comarca, porque el grueso de la producción corresponde a las grandes cooperativas, tan arraigadas en las distintas zonas vitivinícolas manchegas. Vitivinos Asunción es una de ellas. Con doscientos socios que aportan 1.300 hectáreas de viñedos, el año pasado puso en el mercado cinco millones de litros, de los que embotelló el 10% con las etiquetas de Viña Altaba y Azúa: el resto se vende a granel y también en envases tetrabik de tres y cinco litros. Bobal, cencibel –como se conoce a la uva tempranillo en esa parte de España–, cabernet sauvignon, albillo y verdejo son las principales variedades que cultivan los socios de esta cooperativa con sede en la localidad de Villamalea, en Albacete. «Nuestros Viña Altaba se venden en en supermercados y los Azúa en tiendas especializadas y en restaurantes», explica Jorge García, gerente de la asociación de viticultores, que no duda en calificar de «excelente» la relación calidad-precio de los vinos de Manchuela. «Aquí elaboramos auténticos vinazos, pero mucho más baratos que los de otras zonas porque el beneficio es el justo y estamos dándonos a conocer», afirma García. Asegura que el precio de un excelente Manchuela de uva cencibel puede ser de seis euros la botella, mientras que la misma variedad, la tempranillo, puede costar 25 ó 30 euros si es de Rioja o de Ribera de Duero. Para el gerente de Vitivinos, a su comarca vinícola le falta, sobre todo, márketing. «Otras denominaciones de origen son mucho más hábiles a la hora de comercializar sus productos», reconoce.El gerente de la cooperativa destaca los premios cosechados en los últimos años por los vinos de Manchuela en certámenes nacionales e internacionales, sobre todo con sus vinos jóvenes, tanto blancos como rosados y tintos. «No somos ya esa comarca de vinos peleones, sino que vamos haciendo las cosas mejor», asegura García antes de subrayar las fuertes inversiones realizadas en los últimos años por la mayoría de las bodegas para modernizar sus instalaciones y ponerlas a la altura de las mejores de España. «Ahora estamos preparados, tenemos que ir olvidándonos poco a poco del granel y confiar más en nuestras posibilidades, en la bobal, porque en este país estamos ya saturados de tempranillo y de otras variedades, y lo que debemos hacer es explotar lo autóctono, lo que no tienen los demás», concluye Jorge García.
Orígen información: El Comercio Digital
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