La viña de los abuelos

La viña de los abuelos

01/12/2008

Peña del gato. Juan Carlos Sancha, en los viejos viñedos de los abuelos en uno de los pequeños valles de Baños. /Díaz Uriel
Juan Carlos Sancha inicia la aventura bodeguera en Baños, su localidad natal, en una zona límite de cultivo con viñedos viejísimos y una producción ecológica.
C. Somalo Baños de río TobíaHa vuelto a los orígenes después de muchos años de investigación y de trabajo para la Universidad de La Rioja y Bodegas Viña Ijalba. Juan Carlos Sancha (Baños de Río Tobía) es uno de los personajes que ha hecho un orgullo de nuestra tradición vitivinícola. Y llegado el momento, ha sabido tomar el camino de lo que no saben otros, que no es otra cosa que la vuelta al vino ‘de pueblo’ y a las raíces con el mejor orgullo de quienes saben hacer las cosas porque quieren transmitir paisaje y paisanaje en una copa de vino.Sancha ha respetado los compromisos con otras iniciativas particulares que tienen fecha de caducidad hasta el extremo de no querer participar, por coherencia y compromiso con su empresa, en una historia reciente como la nuestra. Hoy tenemos aquí al personaje, a sus viñedos, en la falda de un monte alto, al límite de cultivo, en Baños de Río Tobía, en el pueblo en el que tenían viñas los abuelos de la familia. La suya es una trayectoria singular. De ida y vuelta. De vuelta al pueblo, al sabor, al olor, a las cepas de quienes vieron nacer a los más viejos de la localidad, entre terrazas de valles minúsculos, protegidos de los vientos del norte como mandan los cánones y con las variedades de siempre y propias de la zona.En la ‘Peña del Gato’ tiene Juan Carlos algunos de los viñedos de los que más disfruta, de los que se siente especialmente orgulloso por haber iniciado un proceso de recuperación de unas cepas nonagenarias a las que hay que ayudar para sostenerse. Es más, alguna cuelga en las terrazas como sucedió siempre en otros tiempos.Juan Carlos Sancha lleva años construyendo su proyecto personal en una zona como el alto valle del Najerilla, que no ha sido considerada en el mundo del vino. Ahora, algunos, buscan la garnacha fresca y vieja como oro en paño.El proyectoUna bodega pequeña, apenas 25.000 kilos de uva, 15.000 de tinta y otros 10.000 de blanca, pero de una viura de uva pequeña y suelta, madura, completan un proyecto de ‘juguete’, como él mismo reconoce. En los años 80 seguíamos el modelo de suelo francés. En los 90 nos inclinamos por la viña aérea y en los 2000 volvimos a la viticultura pegada al suelo y al origen. En la ‘Peña del Gato’ no han cambiado las pautas en decenas de años. Todo sigue igual o casi, parecido, a como lo dejaron entonces. Viñas con 92-93 años, reales, temblorosas, altas, en suelos pobres en los que se mezcla la arcilla de laderas protegidas del norte con piedra arenisca. Otra historia, otra película en la que producir un kilo de uva a más de 520 metros de altitud puede ser un triunfo, que supone un coste de 5,5 euros por kilo. Sancha ha iniciado un minucioso proceso de recuperación de las ‘faltas’ siguiendo los mismos criterios de la plantación y aprovechando el espacio hasta el detalle. Los alrededores huelen a tomillo y a hierbas de monte bajo.¿La producción? Ridícula, escasa, escasísima, pobre hasta decir basta. En kilos, unos 180 por fanega. Aunque cueste creerlo. Aquí no vale vender humo. Hay lo que hay, y punto. Ni un kilo más. Luego, no es de extrañar que las uvas alcancen una maduración plena.El vino está haciéndose con las singularidades que ha querido incorporar su propietario. No hay más secretos que el sentido práctico y útil, hasta sencillo, en la bodega. Los vinos huelen ya a pueblo, «a lo que tienen que saber», dice Sancha, y recuerdan los olores de la infancia vitivinícola porque tienen una identidad que es inconfundible con la uva de la zona.Vinos de puebloHoy dirían algunos que los vinos de la ‘Peña del Gato’ son los llamados ‘vinos de pueblo’. Tal vez encajen mejor que otros en los nuevos-viejos fundamentos que tanto reclaman hoy algunos para hablar de singularidad. La cuestión es, como reconoce Juan Carlos, que «ya estaba casi todo inventado».Juan Carlos Sancha confía en las posibilidades de la zona, de la cuenca alta del Najerilla, menospreciada y hasta minusvalorada en los últimos tiempos. Se trata, más bien, de dignificarla y recuperar viejas esencias. No es uno de los primeros que se asientan por allí y, quizás, tampoco va a ser el último, con la pretensión de recurrir a parámetros menos comerciales o propios de una bodega dimensionada. Lo suyo es ‘otra cosa’ diferente. Él y otros comienzan a mirar los valles de la cuenca y reconoce que ojalá lleguen más para sumar esfuerzos.La primera elaboraciónN Después de una dilatada carrera profesional en la que ha desarrollado una amplia labor de investigación solo o en compañía de Fernando Martínez de Toda y tras su paso por Bodegas Viña Ijalba, Juan Carlos Sancha elabora este año su primera cosecha buscando la excelencia. Tiene todo lo necesario para lograr su objetivo. Conoce la zona desde su infancia, las posibilidades del suelo y del clima, y es de aquellos que no se cansan nunca porque el tiempo en el vino es una cuestión de respeto y paciencia.La primera elaboración está ya en marcha. Ahora toca esperar para conocer los resultados y valorar el trabajo.

Origen información: LaRioja.com