16.05.10 - 01:21 - NIEVES CABALLERO VALLADOLID.
viñedos de esta comarca se extienden por Valdevimbre, Los Oteros y la ribera del río Cea .El enólogo Raúl Pérez destaca el potencial de la variedad de la DO Tierra de León.En la comarca de Valdevimbre se conservan las viejas cuevas-bodegas.Cuando alguien se aproxima a la localidad leonesa de Valdevimbre, se ve sorprendido por una serie de promontorios ondulados y coronados por ventanos (o respiraderos) que son producto de la mano del hombre. Se trata de las singulares cuevas o bodegas excavadas en las lomas de tierra arcillosa características de las localidades en las que se elaboran los vinos de la Denominación de Origen Tierra de León. Una comarca vitivinícola de calidad, regada por los ríos Esla y Cea, en la que la variedad autóctona prieto picudo mantiene la supremacía (con el 70% de la superficie inscrita en el consejo regulador), aunque convive con otros cepajes, como la tinta mencía y las blancas verdejo y albarín.
Esta zona ha sido conocida sobre todo por sus claretes de aguja, hoy rosados. La variedad prieto picudo representa para la Denominación de Origen Tierra de León lo mismo que la verdejo para Rueda; la tinta de Toro, para Toro, o la tempranillo, para Ribera del Duero. Esta variedad autóctona está presente en los viñedos de la zona de Valdevimbre, Los Oteros y la ribera del río Cea, al sur de la provincia leonesa y al norte de Valladolid, junto a Tierra de Campos. Aunque esta DO no se aprobó hasta el 2007, los bodegueros y viticultores dieron los primeros pasos en 1997 para mejorar la calidad de sus vinos y alcanzar el reconocimiento oficial. Hoy muchos de sus tintos aparecen recomendados en las mejores guías de vinos y sus rosados destacan por ser frescos ya afrutados, incluso sus blancos elaborados con verdejos encuentran mercado. Los premios testifican la apuesta por la calidad.
Valdeviembre no tiene pérdida, se accede al municipio por la salida 160 de la A-66 León-Benavente. En esta ocasión, la expedición ha sido organizada por la Asociación de Sumilleres de León, la Sociedad Mixta de Turismo y Renfe. El museo del vino abierto en una de sus características cuevas muestra todos los pasos de la elaboración tradicional, aunque en la actualidad las bodegas han asumido las nuevas tecnologías de vinificación. Un paso previo antes de adentrarse en las entrañas de la tierra ocre, es el audiovisual que facilitará la visita posterior. Nico Álvarez, uno de los principales impulsores de esta comarca, explica la técnica del madreo que permite lograr la aguja de forma natural en los rosados y blancos, al introducir racimos en la cuba en la que fermenta el mosto.
Antonio Merino es el encargado de guiar por la cueva al visitante. En primer lugar, explica cómo se construyeron estas cuevas. Las últimas datan de los años treinta del pasado siglo. Lo más curioso de esta zona es que las bodegas se empezaban a construir por los ventanos (también llamados 'zarceras' y 'lucenas'), se echaba la tierra alrededor, de manera que esas grandes chimeneas alcanzan los 12 metros de altura. Posteriormente se buscaba la salida a la altura de la calle. Muchas de ellas conservan en la actualidad su antigua fisonomía y se han convertido en restaurantes en los que se puede degustar los principales productos de León.
Mientras habla Merino, recupera palabras prácticamente desaparecidas del lenguaje del sector. Era imprescindible el lagar, para el que se recurría a la resistente madera de negrillo (olmo común), en el que se aplastaban las uvas para que expulsaran su dulce néctar que, después, circulaba hasta el pilo en el que fermentaba el mosto. El museo esconde en cada rincón todo tipo de útiles relacionados con la antigua elaboración. Recipientes de madera, como las morteras para recoger los posos y las borras del vino, artesas y pisones, destinados a compactar la tierra levantada por los roedores en las cúpulas de las bodegas. Grandes cubas que se montaban en el interior de las cuevas debido a su capacidad. Las más comunes eran de 100 y 600 cántaras, aunque también existían de 1.500, un gran volumen si se tiene en cuenta que una cántara equivale a 16 litros (como los antiguos garrafones). Y las espitas o canillas que se colocaban en los pequeños orificios perforados en las cubas para sacar poco a poco el vino.
Hoy estas cuevas se han transformado en restaurantes con lo mejor de la gastronomía leonesa, como Los Poinos, que regentan Nico Álvarez y Amparo Rodríguez, o la del Cura, con la Vinoteca La Sacristía, en la que Patro Ordás y José Antonio Travesí guardan botellas y cubas centenarias.
De la tradición a la modernidad. Hace casi una década, los hermanos Juan Luis, Óscar y León de Paz dieron un paso de la maquinaria agrícola al mundo del vino para abrir Bodegas y Viñedos Tampesta en Valdevimbre, que dirige la hija del primero, Noelia de Paz, con los consejos técnicos de uno de los enólogos españoles más destacados, el joven berciano Raúl Pérez. Aplican criterios enológicos más actuales con la vinificación en depósitos de acero inoxidable y el envejecimiento en barricas de roble francés y americano con las uvas procedentes de 18 hectáreas de prieto picudo y tempranillo. Raúl Pérez describe los vinos de Tampesta después de observar su color y meter la nariz al fondo de la copa. Los conoce mejor que nadie porque su mano está detrás (también en los de otra veintena de marcas con producciones mínimas, algunas propias y otras ajenas). «Los rosados trabajan el potencial aromático de la prieto picudo. Es un regalo del cielo contar con una variedad que sólo tienes tú», comenta reflexivo, mientras prueba los vinos. Sigue la descripción, «vinos que mantienen la raza, aunque hayan perdido la fruta». Y pasa al tinto joven Finca de los Vientos: «no hay madera, creo que la madera tiene que ser un estabilizador natural»; a Imelda, así se llamaba la abuela y la finca de cantos rodados; al Tampesta 2008, con cerca de diez meses de barrica, y, finalmente, al Golán Tinto Roble 2008, «un vino con capacidad de envejecer, dentro de 4 ó 5 años estará más dócil».
Gran defensor de la potencialidad de los vinos del Bierzo, pero también de los de Tierra de León, donde restaura en la actualidad una casa de 1900 para instalar una nueva bodega y elaborar una pequeña producción con prieto picudo, Raúl Pérez representa a la nueva generación de enólogos españoles. Como Ferrán Adrià con la comida, este joven enólogo vive obsesionado por investigar las variedades más escondidas y menos conocidas. Desde su punto de vista, los consumidores van a demandar vinos más frescos y sin el maquillaje de la madera.
Origen información: El Norte de Castilla
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