Millones de botellas de vino selladas con tapones de rosca, en vez de corcho, pueden verse arruinadas por el olor a «huevos podridos», según ha descubierto una investigación reciente.
Los análisis parecen evidenciar que más de un dos por ciento de las botellas de vino con tapones de rosca vendidas en Gran Bretaña pueden estar afectadas por este particular problema, denominado sulfuración. Este nuevo escenario pone en duda la afirmación generalizada por parte de la industria del vino a nivel internacional, de que el tapón de rosca es más seguro y fiable.
En el último International Wine Challenge se probaron decenas de miles de vinos de todo el mundo, entre ellos más de 9000 botellas con tapón de rosca. Los expertos encontraron que el 2,2 % de las botellas sufrían el proceso de sulfuración u otros problemas relacionados con vinos mal aireados.
Los efectos de este proceso se traducen en un ligero olor a sulfuro que, en ocasiones, recuerda a la goma quemada, huevos podridos o bombas fétidas. Sólo en Gran Bretaña se venden anualmente 100 millones de botellas de vino con tapones de rosca y este patrón aumenta al ser una alternativa popular frente al tapón de corcho.
Cerca del 90 % de los vinos de Nueva Zelanda llegan con este tipo de cierre. A este respecto, Warren Adamson, director en Gran Bretaña de la New Zealand Wine & Grape Industry, ya se ha apresurado a explicar que ésta es la primera ocasión en que se dan cifras oficiales sobre posibles problemas de sulfuro asociado a los tapones de rosca y que, aunque son datos útiles para los productores, los vinos de Nueva Zelanda se ven afectados en menor medida que el resto, tan sólo un 1,7 %.
A pesar de ello, el especialista escocés Martin Isark comenta que aunque el porcentaje de vinos con este defecto es bajo, en el conjunto de 100 millones de botellas selladas con tapón de rosca que se venden en el mercado británico, el hedor puede alcanzar dimensiones preocupantes.
Origen información: ACE Revista de Enología
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