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martes, 4 de diciembre de 2007

Más diversión con la Liga de Distinguidos Catadores de Vino Español

Más diversión con la Liga de Distinguidos Catadores de Vino Español

“Parece que la cosa va a cuajar…” Eso fue lo que pensé cuando me personé en el salón de los altos en Solera, uno de los mejroes restaurantes españoles de esta ciudad, que había cedido el espacio para la segunda reunión de la Liga de Distinguidos Catadores de Vino Español. Yo llegué a las siete en punto, la hora exacta de la convocatoria, para encontrarme la cata ya iniciada. Ví varias caras conocidas de la sesión anterior: Gerry Dawes, claro está. Y Gretchen Jacob, de los wine bars Barcelona en Connecticut, y Alex Elman, de Marble Hill Cellars. También habían otras caras, algunas familiares de otros contextos, como la de Howard Goldberg, del New York Times y la de Bryan Miller, ex-New York Times, ahora columnista de vinos y gastronomía para el Philadelphia Inquirer, entre otras publicaciones. También había unos cuantos nuevos: Nick Radisic, de RAD Grapes (si mal no recuerdo, el padre de Nick fue entrenador del Real Madrid alguna vez) y Marc Gallant, de Limited Edition Impots, ambas nuevas firmas importadoras especializadas en vinos artesanales, además de David Ramson, de M. Young Communications y, aunque llegaron tardecito, Candela Prol, de Chambers Street Wines y David Rosengarten, de… Bueno, de todas las cosas que firma David Rosengarten—alguna vez traduje un contorvertidísimo artículo suyo sobre Rioja, como recordaran muchos veteranos de la internet hispana del vino. Faltaban Josh Raynolds, John Gilman y Sasha Katsman, pues estaban en Europa, y Mani Dawes, de los bares de tapas Tía Pol y Quinto Pino, que tenía otro compromiso. Y por segunda vez nos quedamos sin Eric Asimov.
Me tentó titular esta crónica “El fetiche gallego de Gerry Dawes” porque nuestro temerario líder se había aventurado a proponernos otra cata gallegocéntrica. Estábamos en Solera para degustar albariños monovarietales y coupages de albariño, muchos fácilmente disponibles en las tiendas de Nueva York, pero otros—y aquí estaba el verdadero interés—de productores pequeños del Salnâs que aún no tienen importador y que Gerry presentaba como verdaderos “albariños de terroir”..
Antes de sentarnos a la mesa catamos una decena de albariños, de pie, cambiando impresiones según los probábamos. Gerry había preestablecido una secuencia, comenzando con el Torroxal, Blanco, O Rosal, Rías Baixas 2006, que ya he podido catar ne varias ocasiones en los últimos tres meses. 85% albariño, 10% loureiro y 5% caiño blanco. Enérgico, muy mineral, con acidez muy marcada. Aromas de flor de limón, té blanco y limón verde Más o menos lo mismo en boca. Limpio y ligero, con excelente agarre. Xreo que ésta ha sido la mejor botella de este vino de las que he probado.
Siguió el Santiago Ruiz, O Rosal, Rías Baixas 2006 que, según me enteré y contrariamente a lo que pensaba (estoy hablando del que tiene aquella famosa invitación a la boda de la hija del Sr. Ruiz en la etiqueta), no es 100% albariño, sino una cuvée de 70% albariño, 20% loureiro y 10% caiño blanco. Ligero y agradable, pero no particularmente distintivo. Flores blancas, manzana dorada, limón, notas de savia y arena. Fresco, pero algo plano y corto de posgusto.
Un Señorí de los Rubios, Blanco, Condado do Tea, Rías Baixas 2006 es 70% albariño, con el resto de loureiro y treixadura y concluye nuestra serie de cuvées plurivarietales. Lirios, lías, pimienta blanca y melocotón blanco, con bastante profundidad y muy bien agarre. Carnoso. Interesante.
Comenzamos los monovarietales con un Pazo de San Mauro, Albariño, Condado do Tea, Rías Baixas 2006 que automáticamente me sugiere levaduras comerciales y otras cositas por sus aroma de banana verde y melón. Leves notas de pasto y minerales. Carnoso. Supongo que no está mal como blanquito “de batalla”, pero no es algo que yo compraría. De hecho, retrospectivamente es el único de la primera serie del que dije manifiestamente que no repetiría.
Debo admitir que, entre una breve conversación con Gretchen Jacob y una deliciosa croqueta de Bacalao que me brindó un camarero, me salté el Pazo Pondal, Albariño, Rías Baixas 2006. Pido disculpas por no ser lo suficientemente concienzudo y vigilante como reportero. Creo que contribuyó a esto que alguien se había llevado la botella de la mesa momentáneamente y yo sencillamente seguí de largo con el Lusco, Albariño, Condado do Tea, Rías Baixas 2006: Tímido, con sutiles notas de flores blancas, té de jengibre y toronja blanca que, por un momento, se me hace sutilmente bonbonesca. Compacto. Muy buen movimiento en boca. Fresco y sin pretensiones. Aprecio particularmente lo discreto que es. Algo de polen en el posgusto.
A continuación, uno de mis albariños de referencia que, para quedar más claros al respecto, fue una de mis dos contribuciones botellísticas a la velada: el Do Ferreiro, Albariño, Val do Salnés, Rías Baixas 2006. Ligeramente sauvage, con lías, yodo, heno y una profunda mineralidad caliza sobre un fondo cítrico muy puro. Apretadísimo y seriote ahora mismo. Un albariño elegante y preciso que necesita al menos un lustro de botella.
Más: El Pazo de Señorans, Albariño, Val do Salnés, Rías Baixas 2006 es ligero, con aromas de pera y florecillas silvestres, lías y una mineralidad que me recuerda a cuarzo. Bien seco. La fruta es redonda, con claras notas cítricas, pero también un aspecto de melón verde. Posgusto medio. No está nada mal.
El último de la fila sobre la mesa era el Pazo Piñero de Lusco, Condado do Tea, Rías Baixas 2005 en mágnum. Huele más grande y carnoso y jugoso que todos los demás, con notas de dulce de naranja, limón y cúrcuma. Sencillo en boca y sorprendentemente ligero con respecto a la exuberancia que presenta en la nariz.
¿Problemas hasta ahora? Pues ninguno, salvo que con la excepción del Do Ferreiro, la verdad es que no hubo nada extraordinariamente deseable en la fila. Todo lo que necesito recordar de esos vinos está en las listicas de descriptores. Más allá, la vitalidad, la tensión y las personalidades sobresalientes andaban más bien escasas.
Aparecieron dos “botellas misterio” de las que solamente sabíamos que contenían albariño. La primera era de un vinito bastante extraño, con aromas y sabores de pudín de banana, albaricoque seco y savia de árbol, además de una cosita aldehídica en plan sidra “dura”. Posgusto medio, monótonamente cítrico. Resultó ser un Tangent, Albariño, Edna Valley, California 2006, pero bien pudiese haber sido cualquiera de entre muchas otras cosas.
La otra misteriosa era de un vino ligeramente volátil en el plano inicial, luego graso, pero seco y firme, con aromas de lías, guisantes, manzanas verdes y toronja. Buena acidez. Cuando me revelan que es el Pago de Tharsys, Albariño + Godello “Vendimia Nocturna”, Requena 2006 lo único que atino a decir es que no está mal, para ser lo que es. Pero, francamente, ¿a quién se le ocurreeeeeeeeee?
Ya en la mesa, abrimos la segunda parte de la noche con el Pazo de Señorans, “Selección de Añada”, Albariño, Val do Salnés, Rías Baixas 2002, que me sorprendió por ser extremadamente rieslinguesco de aromas. Yo había tenido experiencias más o menos conflictivas con el 2001, del cual un par de botellas me salieron—aunque frescas y sin más defectos obvios—raramente redolentes a ketchup… Pero este 2002 es otra historia. Excelente profundidad de tornja, lías y minerales con acentos de pino y flores blancas. Firme en boca, con enérgico agarre acídico y mineral. Muy bueno, la verdad.
-Un lado de la mesa. De izquierda a derecha en la imagen, Gerry Dawes, Alex Elman, Bryan Miller y Howard Goldberg-
La cocina de Solera nos ofreció una serie de sabrosas tapas de cocina antes de presentarnos las opciones de platos principales. Yo, por mi parte, elegí la paella y no me equivoqué. Como siempre en Solera, tremenda.
Con las tapitas y la paella, seis albariños obtenidos por Gerry Dawes, de productores artesanales que usan únicamente levaduras autóctonas. Cero pulido o maquillaje aquí—se nos proponía “the real thing”, para enterarnos de lo que puede dar la variedad en determinadas circunstancias… Incluyo con el nombre del vino, entre paréntesis, las localidades de procedencia y el nombre del elaborador al final, después de la añada. Como se trata de productores pequeños y sin mucha exposición más allá dle nivel local, esto puede ayudar a quienes se interesen a localizar sus vinos.
Comenzamos con el Lagar de Rei (Carballoso-Xil-Meaño), Salnés, Rías Baixas 2006 de Ramón Dominguez Troncoso: Un vino de mineralidad seria, vivamente salina, entre cítricos pronunciados. Ligero y puro; sabroso, masticable y largo. Con aire comienza a dar notas de madreselva y cúrcuma. Un auténtico vino de tensión. Me encanta. Con ostras debe ser una maravilla
Segundo apareció el Lagar de Broullón (Xil-Meaño), Salnés, Rías Baixas 2006 de Xosé Portos Portos. Nick Radisic declaró—muy acertadamente, me parece—que el aspecto de brisa marina con que abre este albariño es sumamente reminiscente de una buena manzanilla. Muy salino, con limpios aromas y sabores de limón y grano de pimienta rosada. En boca es completamente seco y muy firme. Los acentos salinos no dejan de sorprender positivamente. Hace la boca agua esto. Un genial aperitivo.
-Nick Radisic en plena acción discursiva; al lado de Nick, Gretchen Jacob-
El Rozas (Mourozos-Dena-Meaño), Salnés, Rías Baixas 2006 de Carmen Carril Martínez iba en otra dirección: Cardo, te verde, musgo sobre piedras de río, limón verde muy limpio y fresco… Otro albariño muy seco y precisamente enfocado. Un poquito corto, pero limpio y delicioso.
Seguimos con el Lagar de Candes (Pereiras-Meaño), Salnés, Rías Baixas 2006 de Eulogio Gondar Galiñanes Un vino más graso que los anteriores, con lima y limón, toronja, algo de melocotón y flores blancas sobre un fondo mineral muy pronunciado. Jugoso, redondeado y con buen largo. De esta ronda es el que más se parece a los vinos de mayor tirada que probamos anteriormente.
El Baldomero (Castrelo-Cambados), Salnés, Rías Baixas 2006 de María Noya Oubiña es probablemente el más directamente frutal de estos seis albariños artesanales. Por momentos hasta parece ligeramente goloso. Alcanfor, cúrcuma, azahar, camomila, melocotón dulce… Jugoso, con bastante persistencia.
Concluyó la serie con el Cabaleiro do Val (Dena-Meaño), Salnés, Rías Baixas 2006 de Francisco Dovalo. Aparentemente, Dovalo preside el Grupo de Bodegueros Artesanos del cual varios de estos vinos llevan una pegatina encima de la contraetiqueta. Una excelente iniciativa, pues en el caso de elaboradores pequeños, la unión siempre hace la fuerza, particularmente en la patología globalista-megacorporativa que aqueja a nuestro mundo actualmente.
El vino es floral y especiado, con notas de heno sobre toronja blanca y limón persa muy limpios. Bonito y grácil, con buen largo, aunque quizás es el que menos de frente lleva su mineralidad.
En los seis vinos artesanales había buen extracto y estructura acídica. Todos están entre 12 y 12.5% y ninguno tenía ninguna de esas cosas que a veces pueden molestar a la gente sobre los vinos hechos “naturalmente”. Lo que estaba patentemente ausente era cualquier inclinación al tropicalismo frutal o, alternativamente, a la bonbonería. Tampoco había pulimento forzado. En estos vinos el nervio acídico-mineral es esencial, es lo que vigoriza. Las aristas que puedan aparecer yo las acepto como naturales. Y aunque en aquellos primeros nueve vinos que probamos antes de sentarnos no había nada ni remotamente ofensivo (de hecho, estaba el Do Ferreiro, que considero un vino extraordinario, digno de cualquier selección de blancos importantes del mundo), me pongo a pensar por qué más casas de Rías Baixas no optarán por levaduras naturales y vinificaciones que permitan a la uva expresarse a plenitud.
Recientemente hubo un folloncito en el que Robert Parker, a mi ver, hizo un gran ridículo. Se puso a decir que Jonathan Nossiter, el director de Mondovino y ahora autor del libro Le goût et le pouvoir (esperen una reseña sobre él aquí pronto, pues lo estoy comenzando a leer hoy) encabeza una “scary wine Gestapo” que pretende que el vino se elabore solamente en un estilo muy limitado. Sin embargo, sospecho que Nossiter y yo compartiríamos opiniones sobre estos albariños artesanales que, a pesar de caer todos bajo esa rúbrica, son vinos sumamente expresivos y distintos, a diferencia de muchos de los albariños más conocidos por ser de marcas con gran difusión. Al menos a mí, revisar estas notas me da que pensar.
Ya en sobremesa, algo especial… Gerry Dawes y yo habíamops intercambiado varios correos a propósito de incluir en esta velada una mini-vertical de una casa que ambos consideramos, junto a Do Ferreiro, “de cabecera” en Rías Baixas. Hablo de Palacio de Fefiñanes, bodega perteneciente a Juan Gil que, aunque no hace vino de fruta de viñedos propios, tiene contratos a largo plazo y controla viñedos de la más alta calidad, produciendo consistentemente vinos sensacionales, que recompensan muy bien la guarda.
Al final solamente aparecieron el más reciente Palacio de Fefiñanes, Albariño, Rías Baixas 2006 y un Palacio de Fefiñanes, Albariño, Rías Baixas 2001 del cual encontré un pequeño hatajo en mi bodega.
El 2006 está sumamente primario ahora mismo, con aromas y sabores de té sencha, madreselva, hierba seca, melocotón blanco y lima. En boca es apretado y con tremendo nervio; sumamente puro e impactante. Largo. Muy mineral en el posgusto, con una agradable nota amarga al final.
El 2001 está en lo que es obviamente un buen momento de consumo, aunque creo que necesita aún más tiempo para desplegar las bondades que tiene guardaditas dentro. Muy atractivo: Aromas de té, pasas sultanas, crema de limón, toronja blanca, perifollo y arena. Largo y profundo. Se va revelando capa por capa en el paladar. En el posgusto aprieta gentil pero firmemente, recordándote que es un vino joven y que con estructuras como la suya no se juega.
-Foto cortesía de Gerry Dawes de mi lado de la mesa. De izquierda a derecha, Marc Gallant, este humilde Latin Liquidator de ustedes y Nick Radisic-
Seguimos conversando un buen rato. Howard Goldberg se interesó por la peculiar foma en que yo me inicié en lo del vino, particularmente porque no soy un profesional de ninguna rama de la industria ni tengo la más lejana aspiración de serlo. Le conté sobre el gran amor que crearon en mí los vinos clásicos de Burdeos y la Rioja, y los subsecuentes desamores de que he sido presa al caer esas regiones en todo tipo de modas atroces… El. Por su parte, compartió interesantes experiencias propias de una larga y muy respetable carrera. Los Davids (Rosengarten y Ramson) se envolvieron con Gerry en una enérgica discusión (con coloridas anécdotas) sobre los méritos de Ferrán Adrià y su cocina. Rosengarten, en un momento, me alarmó al declarar que Jean-Paul Brun (habíamso llegado, no sé por qué, al tema de la excelentísima relación calidad-precio de muchos vinos artesanales de los crus de Beaujolais) hace vinos para el Wine Spectator y Parker. Conociendo a Jean-Paul y teniendo toda la experiencia que tengo con sus excepcionales y sumamente terroiristas vinos, la verdad es que espero que David me estuviese tomando el pelo que no tengo… En fin, lo pasamos muy bien y surgieron muy buenas propuestas para la próxima reunión de la Liga. Porque sí, la cosa va a cuajar. Esperemos a ver qué elenco y qué vinos tenemos en la próxima. Por lo pronto, se pronunció vehementemente un nombre: Rioja.

Orígen información: La otra botella

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