Existe una teoría puramente empírica de la viticultura biodinámica según la cual la belleza del paisaje de los viñedos está en relación directa con la calidad de los vinos obtenidos. Los más expertos enólogos y catadores de vinos los valoran también en relación con su “terroir”, es decir con las características, situación, orientación e inclinación de sus suelos y la tipología de su microclima, en definitiva por sus paisajes de procedencia. Como consecuencia, los aficionados al mundo del vino, en particular los de los países ricos no vitivinícolas, emergentes en el consumo de vino de calidad tanto por el placer de beberlo como por la relevancia cultural de conocerlo y la distinción elitista de podérselo permitir, han aprendido que las dificultades de recolección de unos pobres rendimientos de uva, en viñedos de territorios fuertemente escarpados, también están en relación directa con la calidad de los vinos. Pues bien, si todo esto es cierto, Arribes del Duero es el territorio de Castilla y León en el que pueden producirse los mejores vinos. Más aún si añadimos su tradición vitivinícola pionera y el sostenimiento de un viñedo prefiloxérico y de variedades exclusivas, tanto entre las tintas (Juan García, Bruñal, Rufete, Bastardillo Chico) como entre las blancas (Puesta en Cruz).Arribes del Duero es un territorio muy poco conocido por los españoles en general y por los castellanos y leoneses en particular. Como todos los territorios del oeste español, históricamente marginados, y de frontera (La Raya del Duero) han permanecido aislados y mal comunicados, alejados de las vías de comunicación con Portugal y de cualquier ruta turística promocionada. Por otra parte su retraso agrario y económico, originado por su extremo minifundismo, la reducida fertilidad de sus tierras, sus dificultades de cultivo y recolección y el aislamiento de sus pequeños municipios, ha mantenido el territorio en la noche de los tiempos. En Arribes del Duero, y en los territorios limítrofes de Aliste y Sayago, pueden observarse agricultores septuagenarios con sus burros o sus mulas labrando con arados romanos o tirando del carro cargado de mieses, uvas o aceitunas. Pueden contemplarse pastoras cuidando rebaños de treinta ovejas a lomos de su burro con las alforjas o sacando agua del pozo con el cigüeñal para abrevar el rebaño en la pila de piedra contigua. Escenas y oficios perdidos a cincuenta kilómetros de distancia y en las propias provincias de Zamora y Salamanca. Los pocos hombres y mujeres que habitan en la comarca son casi relicarios vivientes de otros tiempos, de una cultura anterior. Como lo son los numerosos arcaísmos de su lenguaje, sus costumbres y actividades, de sus pueblos graníticos y medievales e incluso de sus paisajes agrarios aterrazados y compartimentados por las cortinas.Pero empecemos por el principio. El Duero comienza a encajonarse en un cañón granítico poco después de pasar por Zamora y va profundizando en el perfil progresivamente, junto con sus afluentes, a medida que avanza. A partir de la confluencia con el Esla, en el pueblo de Villalcampo, aparecen ya las abruptas, profundas y rocosas riberas graníticas que son denominadas en el territorio arribanzos o arribes en masculino por los zamoranos (dicen que fue Don Miguel de Unamuno, su más famoso divulgador maravillado, el que utilizó por primera vez por escrito la denominación en masculino) y en femenino por los salmantinos (que lo defienden porque significa ribera, que es femenino). En Villalcampo comienza ya a observarse el característico paisaje agrícola de Arribes: viñedos separados por tapiales o muros de piedra (las cortinas), chozos de piedra aislados o junto a pequeños corrales (las chiviteras), puentes de lastras de pizarra sobre los arroyos (denominados riveras con “v”) y el uso de burros y mulas en las tareas agrícolas. Una continua presencia del pasado en el presente.Por ello, el viaje lo iniciaremos desde Zamora en dirección Alcañices, desviándonos en Ricobayo con dirección a Miranda do Douro, uno de los pueblos arribeños portugueses más bellos y más conocidos por las excursiones organizadas para comprar toallas, vinos y bagaceiras (orujos) o muebles. Por ello, muchas personas conocen Miranda y han atravesado parte de Arribes sin conocerlo. Con este fin, una vez pasado el salto de Villalcampo, nos desviamos en Moralina con dirección a Villadepera y Pino del Oro, para atravesar el Duero por el Puente de Requejo o de Pino, una espectacular construcción en estructura de hierro inaugurada en 1914 y que permitió unir la comarca de Sayago con la de Aliste.Arribes del Duero es una comarca y Parque Natural que es al mismo tiempo frontera con Portugal. Una estrecha franja de 124 kilómetros de longitud por ocho o diez kilómetros de anchura que se sitúa desde Moveros en el noroeste de Zamora hasta La Fregeneda en Salamanca: unos ochocientos kilómetros cuadrados en los que viven unas diez mil personas. Realmente, los auténticos Arribes comienzan muy cerca de Pino, en el Salto de Castro, cuando el río Duero es también La Raya, es decir, frontera con Portugal. Los Arribes zamoranos son un territorio ganadero con paisajes adehesados de encinas, de suelos infértiles, tierras centeneras, pequeños pueblos aislados. Para mí comienzan en Fermoselle, capital auténtica de Los Arribes y límite zamorano con Las Arribes salmantinas. Es el pueblo más bello, medieval con el castillo de Doña Urraca en su parte alta, mal convertido en parte en discoteca, espectaculares vistas panorámicas y donde se inician los auténticos paisajes arribeños de olivo, vid y frutales. Desgraciadamente, en imparable abandono por el envejecimiento de los agricultores. Allí se encuentran las primeras bodegas, entre las que destaca la Cooperativa Virgen de la Bandera (vinosborbon.com), bodega y almazara, que comercializa sus vinos con la marca Viña Borbón, destacando su tinto crianza de Juan García y su blanco de malvasía. En la zona de la penillanura fermosellana se sitúa Hacienda Unamuno, una espectacular bodega con hotel, perteneciente al grupo Haciendas Durius (haciendas-espana.com), rodeada de setenta hectáreas de viñedo que plantó el Marqués de Grignon. Fue el primer creador de vinos que se enamoró del territorio y en el que pretendió ser el pionero de un nuevo “Priorato del Duero”. Sin embargo, el negociante Víctor Redondo Sierra, principal accionista del grupo Arco Bodegas Unidas y de Berberana, acabó comprándole su participación en dicho grupo y sus conocidas marcas Durius y Marqués de Grignon que hoy explota en las bodegas de Haciendas Durius. Caja Duero participa en este grupo enológico-turístico. Muy cerca, en Fornillos de Fermoselle mitad Sayazo y mitad Arribes, una pareja de biólogos, Francisco Martínez y Sara Raines-Groves, se establecieron para producir quesos de cabra y vino con la marca La Setera (lasetera.com) en elaboraciones artesanales muy cuidadas y de gran calidad.Todos los pueblos arribeños han vivido siempre de espaldas al Duero, ubicados en la penillanura y a veces alejados de los cañones y cortados. A todos los espectaculares monumentos naturales (La Code en Mieza, El Pozo de los Humos y el mirador de Ntra. Sra. del Castillo en Pereña, El Picón de Felipe en Aldeadávila, etc.) hay que llegar a través de estrechos y tortuosos caminos, muchos de ellos no transitables por vehículos. Sin embargo, en los pueblos de la provincia de Salamanca al menos utilizan el río y lo viven periódicamente en sus playas y embarcaderos. Particularmente en Aldeadávila (Playa del Rostro con embarcadero y un barco que ofrece recorridos de unas dos horas), en Vilvestre (el pueblo de los naranjos en las orillas con embarcadero y un barco semejante) y en La Fregenada (el pueblo de los almendros con el puerto de Vega Terrón del que parten los viajes organizados en barcos hotel hasta Oporto). Desde un punto de vista vitivinícola, Aldeadávila, Pereña y Villarino de los Aires ofrecen los paisajes más singulares y los mejores vinos. Particularmente en Pereña, en la Bodega Ribera de Pelazas, donde el enólogo uruguayo Julio Gallo ha demostrado la capacidad de las uvas autóctonas, en particular la Bruñal, para producir vinos excepcionales. Sus Abadengo, Gran Abadengo y, sobre todo, el escaso y carísimo Bruñal, son los mejores y más modernos vinos de todo el territorio. Las bodegas cooperativas obsoletas y graneleras están en una difícil situación y sólo la más joven, la Cooperativa Arribes del Duero (bodegasarribesdelduero.com) ofrece vinos embotellados correctos con la marca Arribes de Vettonia. Afortunadamente existen excelentes establecimientos de turismo rural que permiten disfrutar unos días de este espectacular territorio vitivinícola. Casas rurales de alquiler completo y posadas en localizaciones singulares, en particular la Quinta de la Concepción en Hinojosa de Duero y la Quinta de Valicobo en La Fregeneda.
Orígen información: Periódico Carrión
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