Amaya Cervera
La fama del vino español no se ha construido precisamente sobre la imagen de calidad de sus blancos, pero hay algunas notables excepciones. Y una de las más interesantes, por el respeto que guarda a la relación calidad-precio es Rueda. Sus vinos tienen, además, la originalidad de una variedad única, la verdejo, que dibuja blancos fragantes, con buen carácter frutal, frescas notas de hierba recién cortada y gran equilibrio en boca.
Siguiendo el curso del Duero, cuando sus aguas abandonan las tierras áridas y agrestes de la Ribera (donde nacen hoy algunos de los mejores tintos del país), enfilan hacia los horizontes más abiertos de la llanura castellana conformando una nueva denominación de origen que se extiende por las provincias de Valladolid, Segovia y una pequeña parte de la de Ávila.
Son tierras con leves ondulaciones en las que se pierde la vista y que justifican a la perfección el dicho popular de que “ancha es Castilla”. En esta parte de la meseta, que se eleva hasta los 600 y 700 metros, el viñedo está sujeto a los rigores de un clima marcadamente continental, con inviernos muy fríos y veranos calurosos, pero en los que, afortunadamente, las temperaturas nocturnas caen de forma importante durante el periodo de maduración para ayudar a mantener la acidez justa.
La verdejo se transforma en vinos intensos, frutales y vibrantes, con un marcado toque “verde”. Y es que el perfil perfecto es el de un blanco de intenso matiz verdoso, con aromas a manzana, menta e hinojo, y un fondo vegetal de hierba recién cortada que aporta gran frescura (aunque en los años muy calurosos pueden aprecer notas exóticas de frutas tropicales, más parecidas a una sauvignon blanc del Nuevo Mundo). Los mejores ejemplos alcanzan además gran equilibrio en boca entre las notas de fruta, una fresca acidez y un característico paso amargoso que limpia el paladar.
Algunos elaboradores –pocos, de momento- también han sido capaces de arrancar personales notas minerales a estos blancos cuyos viñedos se asientan en suelos aluviales y pedregosos que contribuyen a configurar el perfil característico de los blancos de Rueda.
En Rueda, ante todo verdejo
La uva que había alumbrado, especialmente desde el siglo XVII, los famosos blancos generosos de Rueda, de alta graduación, reforzados con alcohol y largamente criados en toneles de roble, se encontraba hace 30 años prácticamente al borde de la extinción. Al igual que ocurrió en otras regiones, las cepas autóctonas fueron sustituidas tras el paso de la filoxera por variedades más fáciles y productivas; en el caso de Rueda la palomino y la viura. Todavía hoy subsisten algo más de 1.000 hectáreas de viura y casi 500 de palomino. Sin embargo, la verdejo ha recuperado el tiempo perdido y es la gran reina blanca de la zona con 4.177 hectáreas. La cuarta en discordia es la foránea sauvignon blanc, con poco más de 500 hectáreas actualmente en cultivo.
En el mercado encontrará blancos de esta denominación etiquetados meramente como “Rueda”. En éstos la verdejo sólo alcanza el 50% de la mezcla, frente a los etiquetados como “Rueda Verdejo” en los que la variedad debe representar el 85%. Estos últimos son, sin duda, los más representativos de la zona y los que cuentan con un carácter mucho más definido. El producto, en definitiva, que hay que buscar.
Los “otros” ruedas
Como decíamos, los blancos de verdejo son el producto más característico de la Denominación de Origen Rueda. Sin embargo, en ella se elaboran también otros blancos y, desde hace unas pocas cosechas, también tintos. Esta es una lista de otros vinos que se pueden encontrar amparados con la misma contraetiqueta:
• Blancos de Sauvignon Blanc. Elaborados con esta variedad de origen francés que se cultiva en Burdeos y, sobre todo en el Loira y que ha encontrado una segunda patria en Nueva Zelanda. Se comercializan con la contraetiqueta Rueda Sauvignon y, la verdad, lo tienen aún complicado para competir a nivel internacional con los anteriormente citados. La sauvignon blanc también interviene en pequeños porcentajes en los blancos comercializados como verdejo.
• Espumosos. Son una rareza y hay pocas bodegas que los elaboren. Se apoyan fundamentalmente en la verdejo.
• Blancos tradicionales. Distinguidos con la contraetiqueta “Rueda Dorado”, están elaborados al estilo de los vinos generosos históricos de la zona.
• Tintos. Recientemente integrados en una denominación que era sólo de blancos y en medio de un debate un tanto acalorado. Son los antiguos tintos de Tierra de Medina. Para ellos existen contraetiqueta genérica y con indicativo de crianza, reserva y gran reserva. En su elaboración se emplean tempranillo, cabernet, merlot y garnacha.
• Rosados. Bastante escasos e incorporados a la DO la vez que los tintos.
La recuperación de la verdejo y su consiguiente renacimiento se inicia en los años 70 y tiene aires franceses. La llegada a la región de un histórico de Rioja, Marqués de Riscal, asesorado por el gran Émile Peynaud, abre las puertas a los blancos frescos y afrutados dentro de una concepción más moderna y en esa época prácticamente desconocida en España. Pero también a un blanco más serio fruto de la asociación con la madera: el Riscal Limousin.
En una etapa posterior, una ilustre familia de raíces bordelesas, los Lurton, se asentará por partida doble en la zona (por un lado, los hermanos François y Jacques; por otro, la pareja formada por Didier Belondrade y Brigitte Lurton) aportando una cierta dimensión internacional. En el primer caso el objetivo es elaborar vinos de gran relación calidad-precio para los mercados exteriores; en el segundo la meta tiene miras más altas: un rueda de inspiración borgoñona que apuesta por la elegancia y por una elaboración más boutique, apoyada en la fermentación en barrica y la complejidad que aporta el trabajo con las lías.
Para entonces también habían aparecido personajes locales dispuestos a profundizar en el estudio de la variedad y de su peculiar carácter. Una figura clave en este sentido es Antonio Sanz, el “hombre de Rueda”, que desde su bodega Palacio de Bornos explora múltiples caminos para la variedad. Además de su versión más habitual, de blanco fragante y afrutado, experimenta con la crianza en madera y la fase reductiva en botella, con su capacidad para alumbrar espumosos e incluso elabora un dulce a partir de uvas botritizadas trasladando la inspiración del sauternes a su tierra natal.
A diferencia de lo que ocurre con la albariño, cuyo matrimonio con la madera tiene que ser necesariamente muy medido y a menudo resulta bastante complicado, la verdejo se funde mejor con un roble que, manejado por manos hábiles, contribuye a realzar las peculiaridades de la variedad revelando una cara más sutil, madura y compleja.
Estos blancos, como el Palacio de Bornos Vendimia Seleccionada y el propio Belondrade y Lurton, o marcas posteriores de gran calidad como José Pariente Fermentado en Barrica o Náiades, tienen mayores esperanzas de longevidad y evolución en el tiempo. Incluso un verdejo sin madera bien concebido debería desarrollarse favorablemente en botella durante los dos o incluso tres años siguientes a la fecha de cosecha. Eso sí, si está pensando en guardar un vino de la zona en su bodega para hacer la prueba, le aconsejamos que “experimente” únicamente con las mejores marcas para asegurarse un resultado mínimamente satisfactorio. Y es que la gran mayoría de verdejos existentes en el mercado están pensados para ser consumidos en el año siguiente a la fecha de cosecha.
Los verdejos de 2005
Presentes en el mercado ya desde hace algunos meses, los verdejos de 2005 constituyen una opción excelente para llevar a su mesa en los meses de verano y en los primeros días del otoño. Pero, ¿qué puede encontrarse en la botella?
Depósitos de la bodega de Riscal en Rueda
La cosecha 2005 se ha caracterizado por una sequía importante que hizo que el índice de lluvias en la zona se viera reducido a la mitad. El calor provocó un adelanto de vendimia, pero la ausencia de agua trajo como consecuencia beneficiosa un perfecto estado sanitario de la uva. Y también determinó unos rendimientos menores por hectárea, lo que es sinónimo de uvas más concentradas.
La mayoría de estos puntos pueden interpretarse como interesantes factores de calidad. Sin embargo, la realidad es algo más variopinta en la mesa de cata. En los últimos tiempos se han agudizado las diferencias entre los verdejos de cierto nivel y el resto. Hay una cantidad importante de vinos etiquetados con el nombre de la gran uva de Rueda que ofrecen su cara más madura y “pesada”. En muchos de ellos se nota también la presencia las levaduras seleccionadas (productos de laboratorio frente a las levaduras naturales presentes en la viña) que restan personalidad a los aromas, así como la ausencia de selección en el viñedo.
Esto quiere decir que no todos los verdejos etiquetados como tal son frescos, fragantes y con esa agradable sensación de hierbas. Desde luego que si, cuando usted compra una botella de la zona, busca disfrutar de la máxima expresión de su uva estrella, la lista que le proponemos a continuación, con algunas de nuestras marcas favoritas entre los 2005 que hemos podido catar hasta la fecha, le puede servir de ayuda para moverse con cierta destreza en el pequeño laberinto de los verdejos.
Nuestros favoritos:
Naia Verdejo 2005. Verdoso muy vivo. Aroma muy expresivo, fruta exótica madura, césped, cítricos (pomelo), fondo de heno, muy fragante. Boca sabroso, untuoso, fresco y envolvente; muy aromático; sensación final de césped y hierbas aromáticas; delicado amargor final.
José Pariente Verdejo 2005. Amarillo pajizo matiz verdoso. Muy expresivo e intenso en nariz, notas de fruta exótica y cítricos (pomelo), hierba fresca recién cortada. Boca seco, sabroso, afrutado y muy fresco y aromático; con untuosidad; final muy varietal.
Otros ruedas recomendados:
Palacio de Bornos Verdejo 2005. Pajizo verdoso vivo. Aroma franco e intenso, muy varietal, hierba y fruta exótica. Boca sabroso, ligero, seco, fresco y con macado carácter varietal; agradable final amargoso.
Mantel Blanco Verdejo 2005. Pajizo verdoso. Aroma fino e intenso, frutoso y notas cítricas, césped y heno. Boca equilibrado, sabroso, seco, muy frutal y agradable, con el característico paso de boca amargoso de la variedad.
Bodegas Aura
Aura Verdejo 2005. Amarillo pajizo. Aroma intenso y fresco, con notas de heno y fruta tropical. Boca sabroso, seco, untuoso, con gran expresión frutal y equilibrio; varietal; final amargoso a fruta exótica.
Doña Beatriz Verdejo Fermentado en Barrica 2005. Amarillo alimonado. Fino en nariz, fruta de hueso, fondo cítrico y sutiles maderas (ahumados y tostados). Boca sabroso, aromático, equilibrado, fresco, fruta y madera bien ensambladas. Elegante retronasal a frutos secos.
Doña Beatriz Verdejo 2005. Amarillo verdoso brillante. Franco en nariz, fruta blanca y frutos secos, hierbas aromáticas Boca sabroso, equilibrado, frutal y fresco, con cierto volumen; con el final amargoso característico de la variedad.
Martínsancho Verdejo 2005. Amarillo verdoso. Aroma a fruta exótica, varietal, ligeras notas de fruta seca. Boca sabroso, envolvente, equilibrado, fresco y con un toque graso. Agradable final amargoso.
Oro de Castilla Verdejo 2005. Amarillo pajizo alimonado. Aroma a fruta exótica, césped, hinojo, notas cítricas. Boca sabroso, con vierto volumen, fresco y frutal; característico final amargoso.
Blanco Nieva Pie Franco Verdejo 2005. Amarillo verdoso. Fino en nariz, fruta exótica, hierbas, floral. Boca sabroso, untuoso y fresco. Con notas cítricas agradables y típico paso amargoso de la variedad.
Bodega de Riscal en Rueda
Marqués de Riscal 2005. Amarillo verdoso dorado. Aroma con notas de fruta madura, toques exóticos y hierbas aromáticas. Boca ligero, equilibrado, sabroso, un punto graso y final varietal a fruta madura con elegante toque amargoso.
La complejidad de la madera
No nos resistimos a incluir también en este artículo, otros blancos de Rueda, de añadas anteriores, que conforman ahora mismo la cumbre de la pirámide de la zona. Son la muestra más clara de la deliciosa complejidad que resulta de fundir los mejores vinos de verdejo con robles de alta calidad.
José Pariente Fermentado en Barrica 2004. Amarillo pajizo verdoso. Complejo y fino en nariz, fruta fresca, notas de hierbas aromáticas, finos tostados y ahumados. Boca sabroso, untuoso, equilibrado, muy varietal, gratas y sutiles maderas. Largo final con complejidad de hierba fresca y seca.
Náiades Fermentado en Barrica 2004. Amarillo dorado vivo. Complejo en nariz, fruta blanca y frutos secos, madera bien ensamblada, agradable fondo de hierbas. Boca envolvente, sabroso, carnoso, untuoso, muy equilibrado. Final serio y muy varietal.
Belondrade y Lurton 2004. Amarillo verdoso brillante. Aroma fino y complejo, fruta fresca y desecada, sutil madera, ligeros tostados. Boca sabroso, elegante, untuoso y fresco, varietal. Un blanco serio y equilibrado. Final persistente con riqueza de matices.
Palacio de Bornos Vendimia Seleccionada 2000. Amarillo dorado intenso. Aroma complejo, expresivo, fruta madura, tostados, recuerdos de cítricos y membrillo (melocotón, nísperos). Boca sabroso y con volumen, viva acidez, buenas maderas, característico final amargoso de la verdejo. Muy equilibrado y armonioso.
Origen información: Círculo. Club del Vino
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