Este pueblo es el rey del comercio ‘online’
Añora, en Córdoba, es una de las localidades españolas que más compran por Internet
Vecinos de Añora, en el centro del municipio, muestran algunos productos comprados por Internet. Samuel Sánchez |
Añora fue el pueblo que más compró a través de Amazon en 2014, un hito nada despreciable dado el peso del gigante del comercio electrónico en la venta online. Los analistas de la compañía han cruzado datos de sus clientes en España y los resultados indican que, de los municipios de entre 1.000 y 10.000 habitantes, la localidad cordobesa (1.563 censados según el INE) fue la que más utilizó sus servicios. De los almacenes de la empresa estadounidense salieron 5.300 unidades con destino a Añora, una media de 14 por día. Un 80% de los habitantes realizó algún pedido durante 2014.
La casualidad ha querido que Rafael Gil, el residente que más productos adquirió, no sea pelirrojo, sino castaño. “Internet es una revolución para los pueblos, porque tenemos acceso a todo. Pides algo un día y al siguiente está aquí”, explica maravillado. “Sobre todo compro electrónica, discos duros, memorias, cartuchos de tinta para impresora…”. Una cámara fotográfica fue una de las primeras adquisiciones de este abogado de 49 años. Entre las más recientes, unos helicópteros teledirigidos y un termómetro electrónico. “Antes íbamos a Córdoba a comprar todo esto; con Internet es más cómodo y, además, encuentro muchas cosas que no hay en las tiendas cercanas”, comenta mientras hace volar uno de los aparatos. Su hija mayor, de 12 años, muestra una mochila que acaba de adquirir con una bandera británica imprimida sobre fondo rosa. Compra sobre todo en Amazon. También es cliente habitual de webs como PC Componente y Chollo Digital. Ha visitado otras páginas como AliExpress, que pertenece al gigante chino Alibaba, pero los mayores plazos de entrega (suelen tardar varias semanas) le desaniman.
Esperar un poco más no le importó a Marisa Bretón. En AliExpress compró hace poco un traje de ciclista para su marido. “En realidad lo encargó Rafa, mi hijo, que es quien me ha introducido en este mundo”, aclara. Si Rafael Gil es el noriego –el nombre de Añora procede de noria, de ahí el gentilicio– que más gasta en Amazon, ella es la número dos. “Nunca me imaginé que en este pueblo se comprara tanto por Internet. Aquí se vive muy bien, pero es verdad que no tenemos los mismos servicios que en la ciudad; Internet reduce las distancias”, relata Bretón, de 42 años, administrativa de profesión que ahora se encuentra sin trabajo. Como muchos, tuvo que vencer sus reticencias sobre la seguridad de los pagos online.
Uno de los mantras más repetidos durante los años incipientes del boom de Internet, a finales de los noventa, era que la geografía había muerto. El universo digital iba a romper distancias y fulminar barreras. Quince años después ha quedado más o menos claro que los tecnófilos exageraban: el contexto físico sigue importando, como ha demostrado el avance de los sistemas de geolocalización. Pero al mismo tiempo las nuevas tecnologías, y el comercio electrónico, se han convertido en una ayuda esencial en circunstancias complicadas en las que acortar distancias importa.
Con un pañuelo comprado por Internet, Marisa Bretón muestra otras de sus adquisiciones: una cámara de fotos y un ordenador portátil. Samuel Sánchez |
“La oportunidad reside en llevar la experiencia de las marcas y del acto de compra hasta hogares que, por su ubicación, no están expuestos a los conceptos flagship [establecimientos emblemáticos] y tiendas físicas que generan una experiencia en el cliente”, opina Antonio Ibáñez, socio de la consultora Deloitte. Y si hace falta un dron, mándese un dron. Correos ha comenzado a realizar pruebas de reparto a través de vehículos aéreos no tripulados para garantizar envíos a zonas de difícil acceso (como pueblos que quedan incomunicados en invierno) o en emergencias.
Otros operadores postales públicos como La Poste y Swiss Post y empresas privadas como Amazon y DHL también están probando la viabilidad de estos aparatos en el servicio de reparto de paquetería. “Por supuesto, es básico una entrega en tiempo razonable y unos procesos de devolución e incidencias claros, por muy inhóspito que sea el municipio”, añade Ibáñez, “pero en principio todo se puede vender en los pueblos”. Un ejemplo claro es Estados Unidos, donde el comercio electrónico ha despegado con fuerza en las poblaciones alejadas de las ciudades gracias a una cultura arraigada de venta por catálogo.
Pero Internet por sí solo no garantiza el éxito. Luis Antonio Sáez, profesor de la Universidad de Zaragoza, experto en procesos de despoblación, pone el énfasis en que se sobrestima su poder. “Es importante como elemento de apoyo para residir en un lugar, pero no suficiente”. Se tienen que dar otras condiciones, como que haya trabajo e infraestructuras. “La vida en un pueblo puede ser complicada: hay menos posibilidades laborales, el mercado de la vivienda es más reducido y suele ser más difícil conciliar, por falta de servicios como guarderías; muchas mujeres se marchan, porque si se quedan su papel suele ser más limitado, por eso la tasa de varones es tan elevada”, explica Sáez, que también es miembro del Centro de Estudios sobre la Despoblación y el Desarrollo de Áreas Rurales.
El comercio electrónico genera además suspicacias entre algunos pequeños negocios que ven cómo los gigantes online acceden a su clientela (algo de ese recelo se aprecia en Añora y la comarca). Su mejor plan de contraataque, según coinciden los expertos del gremio, es aceptar los cambios y hacer el máximo esfuerzo para tener presencia en el otro mundo, el digital, cada vez más poderoso.
Más allá de poder comprar cualquier cosa por Internet, las nuevas tecnologías de la información también se han transformado en una herramienta para frenar la despoblación en las zonas rurales al apoyar la creación de empresas. Conocido es el caso de Castelserás, un pequeño municipio de Teruel que se ha convertido en un hervidero de empresas online. Otro ejemplo es el de la familia Serra. Desde Corbera, una localidad agrícola de 3.233 habitantes de Valencia, su empresa vende naranjas por toda Europa a través de LaMejorNaranja.com. “Son productos naturales, que no están en cámaras ni embadurnados con ceras; cada jornada cogemos de nuestros huertos las que vamos a mandar ese día”, explica Luis Serra, el fundador de la empresa. “Cuando empezamos hace 14 años se reían de nosotros”, recuerda su hijo Luis, que propuso a su padre la idea de “hacer algo” en la Red tras estudiar dos años en Estados Unidos. Sin embargo, fue el padre quien, sin tener conocimientos de Internet, apostó por la idea de cultivar y vender naranjas al cliente final, sin pasar por intermediarios.
La empleada de Correos de Añora, en su trayecto diario para distribuir cartas y paquetes. Samuel Sánchez |
Los enormes avances en los sistemas de logística y la reducción extraordinaria de los costes en los envíos en 24 horas han sido dos de los grandes determinantes del ascenso del comercio electrónico. “Los gastos llegaban a los 30 euros hace unos 15 años; ahora rondan los siete u ocho euros”, recuerda Pilar Sánchez, esposa de Luis hijo.
Si la familia Serra vende directamente, Joan Galí lo hace a través de tres plataformas: Iberlibro, Avebooks y Amazon. Desde un pequeño local en Sant Feliu del Racó (Barcelona; 1.072 habitantes), su empresa, Llibrenet, distribuye libros de segunda mano. Un 8% de su facturación procede de fuera de España. “Siempre me han gustado los libros y, cuando me quedé sin empleo hace cinco años, con 53, pensé que esta era una salida”, explica. “Tengo clientes de todo tipo y estoy satisfecho con las ventas. Para alguien que vive en un pueblo como este, Internet es una herramienta increíble; tiempo atrás esto no habría sido posible”, asegura.
Para muchas zonas rurales, sacar ventaja de la Red es difícil. Más de 2.700 municipios carecen de cobertura de banda ancha fija que les permita navegar a 10 megabits por segundo, según el último Informe de cobertura de banda ancha en España, publicado por el Ministerio de Industria el año pasado. Una brecha digital que afecta a todo el Viejo Continente. “Las áreas rurales en Europa sufren de menor conectividad que las ciudades y eso quiere decir que los niños no pueden hacer sus deberes online, la gente no puede comprar más barato por Internet, no pueden pedir hora con el médico a través de la Red, entre otras muchas cosas. Hemos visto que la conectividad mejora significativamente el nivel de vida en los pueblos”, opina Leanne Townsend, experta de la Universidad de Aberdeen, en Escocia, una zona llena de lugares remotos y, como Añora, de pelirrojos.
Orígen información: El País
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