Pocos, pero bien avenidos

Pocos, pero bien avenidos

Un empresario alemán invitó ayer a todos los vecinos de Cordovín a la inauguración de su bodega
31.08.08 - S. L.

«Los suyo sí que fue una historia de amor», cuchicheaba un grupo de mujeres mientras hacían una montaña con huesos de aceitunas en la mesa. Disimuladamente, desde la mesa, miraban con detalle a Barjo. «Es apuesto y educado», pero ya está enamorado.
Los suyo fue un amor a primera vista. Barjo Khalil, un alemán de 38 años, llegó a La Rioja por casualidad en 2004. Llevaba varios años en viajando por el país. Es muy polivalente y entre sus múltiples viajes de negocios a España, donde tiene diversas actividades en marcha, realizó una excursión a La Rioja. Se quedó asombrado con los paisajes del Najerilla, en especial con Cordovín, un pueblo de unos 230 habitantes. Se enamoró. Tanto, que se empadronó en la localidad.
«Qué ricas están estas salchichas», decía otro grupo personas que andaba cerca de un cerdo de 60 kilos que se asaba a fuego lento. Y es que, Barjo había organizado una fiesta en su casa-bodega para dar a conocer a todo el pueblo el motivo de su residencia. Muchos pueden preguntarse qué se le ha perdido a un alemán en Cordovín. Su historieta de amor con la localidad riojalteña continuó despacio. Un día, un autóctono le ofreció un terreno con viñas. Le entró el gusanillo.
Comenzó entonces su afición por los caldos, en especial los riojanos. Se convirtió en un ratón de biblioteca. Quería conocer todas las particularidades y todos los entresijos del viñedo. Iba a montar su propia bodega. Lo tenía muy claro. Experimentar con pocas cantidades. Unos 50.000 litros. Quería «poca cantidad y mucha calidad». Y dónde mejor que en el pueblo donde se produce el mejor clarete de La Rioja.
Leyó miles de páginas, se empapó de otras bodegas y comenzó a dibujar su pequeño tesoro. Bodegas Altona. 'Alt' de Rioja Alta y 'Ona', del euskera, bueno. «Luego supe que un mal barrio de Hamburgo también se llamaba así», bromeaba ayer.
Poco a poco
Esta es la historia del alemán 'riojanizado' que ha montado su propia bodega, ayudado por sus amigos. Su vino es «bueno» y comienza a tener los primeros resultados. Ya ha exportado sus primeros litros a Alemania y en las primeras catas que ha ofrecido «abundan las sonrisas».
Y así, una vez con Altona en marcha, ayer se inauguró en Cordovín la bodega. Todo el pueblo estaba invitado. Y allí estaban. A la sombra de una carpa, la mayoría de las mujeres degustaba unas aceitunas, mientras los hombres participaban en una cata de caldos alemanes.
Desde Alemania habían llegado salchichas. «Quiero que me conozcan, que sepan quién soy y para qué he venido al pueblo», decía Barjo. Cerca del cochino de 60 kilos, que iba a servir de manjar para el casi centenar de personas que allí se había acercado, dos amigos alemanes del bodeguero cocinaban unas salchichas al estilo alemán. Se iban repartiendo entre los asistentes, que en algunos casos miraban con asombro la mostaza. La foto era auténtica. Los mayores de Cordovín comiendo salchichas alemanas con mostaza.
Y así pasó el día. Sin duda, Barjo se ha ganado el cariño de todos los vecinos de Cordovín, que harán buena publicidad de los nuevos caldos que saldrán de las viñas de Altona. La música y las conversaciones alargaron un poco la tarde.
Orígen información: El Correo Digital