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miércoles, 9 de octubre de 2013

Ibiza. Memoria de la isla: ´Figues seques´ o ´xereques´

Ibiza. Memoria de la isla

´Figues seques´ o ´xereques´

´Sequer de figues´.  

 

 

 

 «La vida des figueral / és vida molt devertida / collint figues tot el dia / i a vesprades un bon ball». (Cançó popular)

El régimen minifundista de nuestro medio rural –con casas dispersas y pequeñas fincas que a duras penas cubrían con su producción el consumo familiar–, no pudo o no supo competir con el ´boom´ económico de un turismo masivo, con el resultado de que se abandonaron los campos. Han tenido que pasar muchos años para que nuevos sistemas de producción y comercialización a través de cooperativas demostraran que determinados productos de la tierra en los que se obtiene un valor añadido pueden ser perfectamente rentables.

MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ La viña ha sido un buen ejemplo, pero también podrían serlo los quesos, las esencias aromáticas, los flaones y muchos otros. Y en esta categoría deberían estar, creo yo, las tradicionales xereques.
Sorprende comprobar que el diccionario del IEC recoja la palabra xerec en su acepción de sec o magre y no registre la voz xereca que sí encontamos en Moll-Alcover, derivada del árabe sariha como figa oberta, assecada i tornada a cloure, un bocado tradicional, nutritivo, dulce y muy nuestro que no valoramos como se merece. Y lo que ya resulta demencial es que compremos higos envasados que provienen de Grecia, Turquía y Marruecos, cuando los nuestros han sido y son infinitamente mejores, como lo demuestra que ya en los tiempos antiguos nuestras islas fueran conocidas y elogiadas, precisamente, por la excelencia de sus suculentos y carnosos higos que, convenientemente desecados, eran exportados y muy apreciados en las mesas romanas por su exquisitez. Las higueras, por otra parte, son árboles adaptados como pocos a la tierra y el clima de nuestras islas –de ahí su gigantismo y su longevidad–, que no exige especiales cuidados, tiene un altísimo rendimiento y, por si fuera poco, crea paisaje. Tanto es así que pintores, fotógrafos y poetas han tenido un buen motivo de inspiración en nuestras homéricas y centenarias higueras. Artistas como Bert Mai, Beni Trutmann o Siöma Baram, vivieron fascinados y casi obsesionados por la mítica simbología de las higueras.
Su relevancia es tal, por otra parte, –particularmente en Formentera– que nuestras islas serían muy distintas si en sus campos abrasados no viéramos sus círculos de sombra. Me atrevería a decir que la sola visión de la higuera tiene el extraño efecto de transportarnos de forma inmediata a tiempos sin horas, al mundo solar y arcádico de nuestros mayores. Y es que las higueras transmiten calma, paz y sosiego. Posiblemente, no nos hemos parado a pensar en el papel que en nuestro patrimonio paisajístico y cultural han tenido y tienen las higueras. De ellas copiamos el afincamiento y la horizontalidad de la casa, y sus frutos fueron siempre un seguro pilar en la magra economía rural, no en vano eran los higos secos, junto a los productos de la matanza, los que mejor cubrían, cuando pintaban bastos, las necesidades del invierno. Incluso los higos que los pájaros malbarataban o caían al suelo se aprovechaban para alimentar a los cerdos. El habla cotidiana nos demuestra hasta qué punto está la higuera enraizada en nuestra vida cotidiana. Decimos figa flor, por ejemplo, de la persona meliflua y blandengue; fer figa es flaquear por falta de fuerza; decimos ses cames em fan figa para expresar que estamos agotados y això són figues d´un altre paner significa que una cosa es muy distinta de otra. Foc de figuera, foc de quimera advierte que la madera de la higuera no sirve para nada y entrar es canyissos –acción de salvar los higos expuestos a secar cuando la lluvia amenaza– significa batirse en retirada para evitar males mayores.
Pero dejemos las higueras y volvamos al bendito invento de los higos secos, las dulces y nutritivas xereques. «Temps enrere –me comenta un payés–, en dies de sol i bon oratge, mitjan setembre, era ben normal veure una dona amb capell ample de palma aplanant i espargint un bon grapat de figues damunt un canyís. Si el temps venia bé, fins que arribava la festa de Tots Sants, per les cases foravileres hi havia sequers de figues exposades al sol. Assecar figues duia prou feina, perquè les figues no són com les ametlles que es recullen amb teles o xarxes i basta anar una vegada a l´ametller; a les figueres, cal fer-hi moltes passades, collir-les amb les mans, d´una en una, seleccionar les milllors, esparcir-les damunt els canyissos, aplanar-les i escampar-les al sol. I si el temps no és gaire bo, quan han estat uns quants dies al sol, s´han de fer fornades, escalfar-les dins el forn perquè acabin d´assecar. Naltros, els majors, de tant de collir figues, hem aplegat molta lletrada i ens han sortit moltes vegades figarols als dits. I això no és tot, perquè les fulles de figuera feien molta picor pels braços i també ens picaven les formigues carnisseres. D´aquesta mena de formigues, ses figueres en van plenes. Les figues seques, tot i que tenen bona venda, a Ibiza no se n´assequen per comercialitzar-les. Això no obstant, conec algunes cases que encara tenen per costum fer bons acops i bones figues que conserven dins alfàbies, olles o pots de vidre. Ho fan per convidar a menjar-ne quan hi ha visites i per regalar-ne qualque pot. I ben segur que no hi ha res més gustós, ni més dolç, ni un regal més apreciat. La feina de secar figues era aquesta: una vegada collides, es duien a casa i, aprofitant les hores de sol o de vetllada, s´estenien damunt els canyissos per assecar-les. Els canyissos estaven fets de canyes i, de vegades, s´utilitzaven tanyades d´ullastre que feiem de suport. A sol post, els canyissos plens de figues s´havien d´entrar als porxos, perquè no s´humitejassin i l´endemà matí es tornaven a treure. Després d´uns dies ja es tenien les figues seques. Llavors s´escaldaven amb aigua bullent per matar els corcs i, de vegades, es passaven pel forn. Les figues ben seques, amb llavors d´anis i fonoll, es col·locaven en alfàbies o caixonets, formant pisos separatas, entre ells, per fulles de figuera i de llorer. És llàstima que aquesta feina s´hagi perdut, perquè n´estic convençut que avui, tant les xereques com el pa de figa, donarien bons calerons».

Orígen información: Diario de Ibiza

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