Joaquín Hidalgo
lunes, 20 de julio de 2015
¿Por qué cada vez más los vinos vienen con tapones sintéticos?
¿Por qué cada vez más los vinos vienen con tapones sintéticos?
Basta ser tomador
frecuente de esta bebida para darse cuenta de que el corcho pierde
terreno. Explicamos las razones para una tendencia de largo plazo.
Joaquín Hidalgo
Buenos Aires
Sólo una de cada diez botellas de vino en el mundo se vende con tapón
de corcho. Hace 15 años, tapaban 3 de 10. Y hablamos de números
globales, es decir, sobre 17,3 billones de tapones que se ponen todos
los años en el mundo.
Los números corresponden al informe de la compañía Nomacorc, que
desarrolla tapones tecnológicos y que es una de las grandes ganadoras de
este cambio global. No está sola: también participan otros tapones
sintéticos, a base de corcho aglomerado, la tapa a rosca y tapones de
más de una capa. El cambio responde a muchas razones, pero
principalmente a dos: seguridad alimentaria, por un lado, y hábitos de
consumo, por otro.
El corcho natural, material noble si los hay, puede esconder un
problema. El alcornoque, en los depósitos donde se seca la corteza o
durante la producción de corcho, puede verse atacado por unos
microorganismos que, como resultado, le confieren un mal sabor: cierto
trazo de sótano, lejía y cartón mojado, que se conoce como TCA, por las
siglas de Tricloroanisol, el compuesto químico resultante. Inocuo para
el hombre, es horrible para el vino. Y este desajuste conocido como
gusto a corcho ocurre, según los datos estadísticos recabados por
International Wines Challenge (IWC) en los últimos 5 años, en al menos
un 2 a 3% de las botellas del mundo que lo llevan.
Para resolverlo es que se inventaron los tapones sintéticos, que los
hay de muy diversos tipos. Sean hechos de elastómeros, plásticos o
biopolímeros, no pueden ser atacados por ningún microorganismo y son
garantía del buen sabor.
Pero no todos funcionan igual. Algunos, como los aglomerados de
plástico, son duros para perforarlos con el sacacorchos. Otros, como los
aglomerados de corcho, lucen bien y son útiles, pero llevan un
pegamento inocuo al hombre y al vino, aunque es un ingrediente extra. En
cualquier caso, todos solucionan el problema del TCA.
Hay otros defectos del vino que también involucran a los tapones: la
reducción, que le confiere aroma a huevo podrido, mientras que la
oxidación le quita el alma, aplanando el sabor. Según IWC, en conjunto
representan casi el 6% de las muestras que cataron en el último
quinquenio. Y para eso también hace falta una solución.
Nomacorc y Diam son las marcas de tapones tecnológicos que, además de
terminar con el TCA, hallaron una solución a los problemas de
óxido-reducción. En pocas palabras, permiten dosificar la cantidad de
oxígeno que entra a la botella a través del tapón.
Es interesante el caso de Nomacorc. En una cata de vinos cerrados con
sus diferentes tapones dosificadores (Series 100, 300 y 500), el mismo
vino embotellado el mismo día tenía sabores diferentes según el tapón
empleado. Y lo más curioso es que pueden predecirlo, convirtiendo el
tapón en una herramienta enológica. Algo que al consumidor podría
tenerlo sin cuidado, salvo que garantiza beber el vino en su punto justo
de evolución. Algo que la tapa a rosca ni el corcho natural permiten
hacer hasta ahora.
Hábitos de consumo
Quienes toman decisiones estéticas en el mundo del vino dudan mucho a
la hora de cambiar de tapón. Existe un temor natural a la venganza del
consumidor frente a un cambio en la estética del vino. Hay, sin embargo,
algunos números que parecen darle la razón a los técnicos antes que al
marketing.
Según una investigación realizada por la encuestadora norteamericana
Merrill Research, al menos en Estados Unidos, a los consumidores el
tapón los tiene sin cuidado. Y aseguran que ocupa el puesto número 9
entre las 10 razones que impulsan la compra del vino. El mismo informe,
sin embargo, sostiene que 3 de cada 4 personas se opone a comprar un
vino para regalar si tiene tapa a rosca, por la sencilla razón de que
puede verla.
En nuestro país se han hecho estudios del mismo tipo, pero no hay nada
como la realidad para explicarlo. En líneas de venta masiva el tapón
sintético ganó la pulseada sin que el consumidor siquiera lo notara. ¿La
razón? Sólo se transforma en tema si falla. Si no, un instante después
de abierta la botella a nadie le importa quién era el garante del
producto. A nadie, salvo a la bodega que llega a ese momento con el vino
en perfectas o pésimas condiciones.
Orígen información: Lmneuquen.com.ar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario